El Cuerpo Siempre nos Habla

El cuerpo siempre nos habla, pero muchas veces nos olvidamos de él, no lo escuchamos.
Nos olvidamos de él cuando por ansiedad comemos más de la cuenta. Nos olvidamos de él cuando no le damos los alimentos que  necesita (siguiendo dietas ridículas para estar con la silueta de moda); cuando creemos que para divertirnos debemos tomar alcohol y reírnos toda una noche entera.
El cuerpo nos habla cuando trabajamos sin parar, por lograr el éxito, para ganar cada vez más dinero, sin importar nuestras horas de descanso.
El cuerpo nos habla cuando cargamos grandes pesos.
Cuando algo anda mal siempre nos avisa. Pero nosotros, ¿Lo escuchamos?
Diferentes partes del cuerpo producen señales sutiles; a veces pasan inadvertidas, pero son avisos de posibles trastornos. Cada parte da su indicio de que algo anda mal:
Caída excesiva del cabello, zumbidos en los oídos, oídos tapados, mareos.
La postura que mantenemos, la forma del cuerpo, cómo nos movemos y caminamos, el exceso de peso, la clásica barriga abultada, son todos indicadores de nuestro estado de salud.
Y, ¡Cuidado con las emociones!: son muchas veces desencadenantes de enfermedades.
El dolor de garganta, o ciertas disfonías, vienen  cuando no es posible comunicar lo que queremos decir. El estómago arde cuando nos enojamos y no podemos perdonar ni logramos aclarar lo que pasó, y nos quedamos con ese sentimiento. El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan. Las uñas se quiebran cuando las defensas están amenazadas.
El cáncer mata cuando te cansas de “vivir”.
La enfermedad no es siempre mala: te avisa que estás equivocando el camino.
Sólo debemos ser conscientes de que nuestro cuerpo nos avisa cuando algo nos pasa. Y aprender a escucharlo. Podríamos necesitar ayuda a través de profesionales para que actúen y nos orienten para llevar una vida lo más natural y sana posible.
Debemos lograr nuestro equilibrio entre los sentimientos, las emociones, lo físico y lo espiritual, entre nuestras relaciones y lo personal. Debemos lograr equilibrio también con ese pasado que no queremos reconocer, pero nos ata y nos duele.
Enfrentar nuestros dolores es fundamental para entenderlos, para liberarnos de ellos, y así quedar mucho más livianos. Liberarnos de nuestros rencores, orgullos, penas, tristezas, apegos… que lo único que hacen es oprimirnos y enfermarnos. Oigamos las voces internas.
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