CONVERGENCIA DE LAS MEDICINAS






Si las diferentes medicinas lograran algún día acercarse colaborativamente, estaríamos a las puertas de un gran progreso en el arte y la ciencia de curar.

Mientras alópatas y naturópotas se consideren polos opuestos, irreconciliables, que no se mezclan, estaremos lejos de esa sinergia que tanta falta nos hace. Mucho ganaríamos si, por ejemplo, Málaga, con su Budwig protocol, se acercase a la inmunoterapia de Pamplona. 

Cada parte deberá ceder. De otro modo no hay acuerdo posible. Los alópatas deberán dejar de lado su parcelización excesiva del ser humano, dejar de lado la separación entre enfermedad y enfermo, recobrar la sensibilidad ante el paciente. Dejar de lado la altanería, la mecanización y la comercialización.

Del otro lado, los naturópatas deberán dejar el apego a la magia, la ceguera ante evidencias científicas. Deberán abandonar la "monoterapia", tan extendida en ese mundo de la medicina natural, y que la ha hecho caer en la misma comercialización que criticamos a la medicina convencional.


La medicina natural se basa, en buena parte, en conocimientos antiguos (remontándose hasta los Vedas, de unos 8 mil años A.C.) y también en multitud de experiencias mucho más modernas, notablemente las provenientes de Alemania.

Tales conocimientos (antiguos y nuevos) provienen de la observación de la naturaleza. Ese conocimiento tiende a ser integrador, sistémico. 


Por su parte, la medicina convencional se nutre del conocimiento científico. Se describe -a veces con bastante precisión- una pequeña zona de la realidad, una parcela. Ese conocimiento tiende a fraccionar la realidad; como si las diferentes parcelas no estuviesen conectadas.

La ciencia construye modelos explicativos que se van refinando con cada avance científico; en cada momento, el conocimiento se deriva del más reciente refinamiento del modelo (que no será el último). Se comete errores, que se "corrigen" sobre la marcha. 

Aunque invariablemente se honra a Hipócrates en cada acto de graduación de médicos, casi nunca, en el desarrollo de su profesión, honran estos profesionales de la medicina convencional las dos máximas más elementales y obvias del padre de la medicina moderna: rara vez miran el tema de la alimentación, y rara vez recuerdan que ante todo no se debe dañar. Por su parte esas máximas son norte y guía de la medicina natural.

Independientemente de sus fallas, la medicina científica ha realizado hazañas innegables. En términos generales las emergencias son del dominio de esa medicina. Mantener la salud es otra cosa; curar de raíz, y no sólo aplacar los síntomas, le pertenece a la medicina natural. La medicina convencional aspira a curar directamente; la naturoterapia, aspira a poner el cuerpo en condiciones ideales para que él mismo se cure.

No sólo falta integración entre los dos medicinas, del lado de los naturópatas falta integración entre ellos mismos. Hay multitud de variantes de la medicina natural; cada una, un verdadero islote. A diferencia de los médicos convencionales, los naturópatas se congregan poco, cada uno va desarrollando su propia versión de los métodos de diagnóstico y de las terapias que aprendieron, y allí se quedan, repitiendo indefinidamente lo mismo cada día. Tienden a la "monoterapia", ignorando que hay multitud de opciones para cada trastorno de salud.

¿Cuándo nos dispondremos a que todos estos conocimientos se complementen? A oir con atención lo que dice cada parte, a integrar, a colaborar. Sería un gran progreso en el arte y la ciencia de curar.

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