Perdidos en las afueras de Buenos Aires (Conversaciones con Carlo Nees)

Carlo viajaba ocasionalmente a la Argentina. Siempre regresaba algo transformado, como todo viajero. Pero, esta vez regresó demasiado transformado (aunque a él le parecía que era sólo “idea nuestra”).


Después de una tercera jarra en la Cervecería Alemana de Sabana Grande, Carlo nos contó lo que no debíamos repetir:

Anduve de excursión por el sur con Glen, excelente amigo, con excelente Land Rover, bien equipada. —Así comenzó Carlo, y siguiendo con voz más pausada—: Bueno, no lo creerán… Mientras subíamos una empinada carretera, de un instante a otro, comencé a ver el paisaje un tanto extraño; o mejor dicho, totalmente desconocido. Será mi mala memoria, pensé. Pero quedé desconcertado cuando el propio Glen, quien ha ido allí docenas de veces, me dice “Che, ¿dónde estamos?” Nunca lo supimos con claridad. 

Tratando de regresar, tomamos una y otra carretera. A cada “Ye” nos decidíamos por la que que bajase, pues habíamos subido y subido. Nos aventurábamos por atajos. Y acertábamos. ¡Algo nos guiaba! Creo que pasaron unas 3 horas cuando finalmente caímos a un camino conocido, pero, retirado aún otras 3 horas de donde emprendimos el regreso propiamente dicho.

Oído eso, hubo muchas preguntas de nuestra parte, pero juntando todo lo que Carlo respondía, sólo quedaba un corto resumen: desaparecimos, y reaparecimos. Creamos una abundante lista de hipótesis: pura “macana”, era la primera. Descartada, por la profundidad y seriedad que caracterizan a Carlo Nees. Sería, más bien, demasiada cerveza: tampoco; apenas tres, y Carlo era fuerte (mucho más que el resto de nosotros). Quizá, simplemente se perdieron (como todo el que hace excursiones). O… un encuentro con extraterrestres, que se los llevan a no sabemos cuál lugar, y luego los devuelven a un sitio distinto, con el importante detalle que no pareció haber pasado mucho tiempo, porque hubo una transmutación de tiempo por espacio.

Esa última, la hipótesis descabellada, era la explicación oficial que daba Carlo. (La parte que no debíamos repetir). 

Pasó bastante tiempo decía cómo tratando de calcular cuánto tiempo. Debió pasar bastante más tiempo de lo que parecía. Veníamos por un sendero conocido, y al instante siguiente no conocíamos nada, todo era nuevo. Esos no fueron dos instantes contiguos, allí fue cuando pasó algo. Tomaron información de nuestras mentes. Y nosotros recibimos información de… “Eso” que nos llevó. Un proceso que tomó tiempo. Cuando advertimos que estábamos perdidos y comenzamos a regresar -guiados por un conocimiento que no teníamos antes- ya había pasado todo.

¿Cómo es eso de cambiar espacio por tiempo? pregunté. 

Tú hablas de que cuando diseñas un algoritmo puedes decidir usar poca memoria a expensas de gran tiempo de procesamiento; pero también puedes ahorrar mucho procesamiento si dispones de una gran memoria… Ellos manejan eso mismo en la realidad. Te sacan del espacio, te retornan más allá, en una geografía que no conoces (que quizá nadie conoce) y ha pasado tiempo, o es como si hubiera pasado tiempo. 

¿Ellos? ¿Los vistes? le interrumpí, aspirando aclarar algo.  

–Bueno, “Eso”.

Escribir ahora sobre lo que conversamos aquella tarde en Sabana Grande se complica mucho… Falta la cara de Carlo, sus expresiones, sus manos abiertas, sus brazos estirados, sus pausas. Si alguien se acercaba, cambiaba el tema; así fuese Angélica, que según Carlo servía la mejor cerveza (la cerveza era absolutamente la misma, del mismo sifón. Angélica era quien siempre nos atendía, una de esas mujeres con el cuerpo deformado de tanto usar tacones altos). Todo ese ambiente era parte de la historia, todo conspiraba para que la creyéramos.

Siento dejar este tema aquí. ¡No debemos repetir nada!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Sirven de algo los Ministerios del Ambiente?

Luna Llena en Navidad

EL PAN NUESTRO DE CADA DIA